domingo, 3 de febrero de 2008

El sabor después de las vacaciones


No soy una chica "fácil", en cuánto a vacacionar se trata. Muchas veces tengo ganas de volver antes. Otras, me irrito, estoy fastidiosa, es complicado para mí. Pero con los años fui entendiendo que hay que vivir el presente. Sí al presente!
Entonces utilizo ese espacio para (todo no puedo): leer, proyectar, escribir, caminar, conectarme conmigo y divertirme!
Este año, como siempre, estuvimos con amigos.
Entre copas, cosas ricas, anécdotas, charlas y por qué no algo de filosofía cotidiana, nos hace bien al alma. Las almas deben ser amigas como lo somos nosotros.
Esas noches estrelladas de la costa, con la única preocupación de hacer nada, tomar algo mientras surgen los distintos temas, es maravilloso. Se puede hablar desde el Concord, los calores de la menopausia, el clásico del verano, los hijos, los sueños frustrados, lo que queda por hacer, el "laburo", los negocios probables, los amantes deseados, planificar el día siguiente, reafirmar que lo único válido es lo espiritual, descartando todo tipo de colageno, siliconas, botox, radio frecuencia, etc (nosotras envidiamos esas diosas y ellos se relamen), entonces surge, inevitablemente, el cuidado del cuerpo: juramos llegar e ir al gimnasio y, por supuesto, comer sano. Y derivamos en el precio de las operaciones y los cirujanos del momento.
Planificamos negocios juntos (muy pocas veces se concretan), encuentros en Buenos Aires (se logran uno cada tanto, a veces), infalible, futuros viajes juntos (puede ser).
Pero lo importante es el estar juntos, el sentirnos parte.
El delirio roza muchos momentos de esas charlas, la risa se apropia de nosotros y el cuerpo se siente aliviado.
La danza de la amistad toma ritmos tropicales durante las vacaciones.
El golpe de la vuelta nos tambalea pero el recuerdo de esas pausas nos da ánimo.
¡Desde aquí un beso a todos mis amigos que me hacen tanto bien!
Alguno de ellos:


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