martes, 20 de noviembre de 2007

Estampitas, vírgenes y tacos

La oscuridad y la luz. El brillo y la sombra. Lo bueno y lo malo. Eros y tánatos. Arriba y abajo. Lo permitido y lo prohibido. Ayer y hoy. Vos y yo. Deshogar las represiones, los malos hábitos, las oscuridades, las igualdades, las malicias, las debilidades, las frustraciones, las broncas, los odios. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión.(1)
Candelaria padecía un fuerte dolor de espalda. Una punzante presión en las sienes. Era demasiado para su pobre espíritu. Además, no podía hilar nada coherente. Volvió a la calle. La luz la enceguecía. No soportaba mirarse las uñas. Parecía tener la muerte impregnada en los dedos. Inapropiado sacrilegio. Pasado y futuro proyecciones mentales. Sangre. San la Muerte. Estaba aturdida; era la acumulación de palabras que nunca quiso decir o no pudo decir o no se animó a decir a tiempo. Lengua muerta, latín.

Estaba desesperada, porque todo había concluído. Lo había concluído hasta concluirse a si misma. Buenos Aires, angustia infantil, grises sin color, veredas sin contención. Frescura desarraigada, placeres desordenados. Órdenes mezcladas y ciudad solitaria. Basuras desparramadas, almas metidas en basureros, sueños dispersos, fiebres melancólicas, Buenos Aires la mataba bajo las formas seductoras que la envolvían, y le regalaba sus misterios escondidos; los fantasmas callejeaban por sus cortadas y sus plazas.



Un fragmento de mi última novela. La trabajé en el taller de Juan Martini.
Gran escritor argentino, él que todavía no lo leyó, hágalo. Se los recomiendo.
Un fenómeno. Gracias Juan!

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