lunes, 24 de diciembre de 2007

Partes

Desbocada en la contrariedad, anuló el encuentro. Buscó en el aire seco un beso húmedo inexistente. Angustia dominical regada de tonos de blues. Apariencia inaudita. El alma estrujada por el gris del cielo ajeno. Olor nauseabundo de cloacas que rebalsaban.
Ojos cansados apoyados en profundas ojeras. Libros, un par de anteojos y una uña que se parte. Una olla con agua hirviendo protesta por el abandono. Un reloj infamemente lento. Una vela blanca que no se derrite y un dolor de cabeza impúdicamente eterno.
Convicciones contradictorias. Desconsuelo siniestro inmerso en la resolución de conflictos invariablemente auto impuestos. Ansias de interpretar, indagar y ser parte de lo sublime. Domingo absoluto.
Caminó sin prestar atención. Se refugió en sus pisadas. Delineando cada paso. Aceptó las primeras gotas que salpicaron su turbación. Equivocación. La ciudad parecía no reconocerla, envuelta en ese pañuelo de seda diseñó francés. Escondite efímero. Gafas negras.

Transitó por los vericuetos de la droga y el alcohol. Consuelos simultáneos, espontáneos, cortos para una soledad plagada de aplausos. Claudicación disfrazada de insolencia. Premios y llantos. Desahuciada jaqueca. Viajó, leyó, escribió. Bailó. Cantó. Buscó afanosamente. Se concentró en diálogos sin sentido y puso énfasis en discusiones arbitrarias. Se excluyó. Floreció sin pétalos ni perfume.
Olor nauseabundo de cloacas que rebalsan. Ruidos molestos. Golpes machacados. Impresiones clavadas sin razón. Conmiseración. Música agobiante. Juicios. Elaboración fatídica. Cumbres ensombrecidas. Desprotección. Falta de certezas.

Imperio masculino. Ruinas aleatorias. Auténticas y propias. Mujer. Su destino.
Imperios femeninos. Ruinas aleatorias. Auténticas y propias. Hombre. Su destino.

Masculino. Femenino. Espejo cómplice espejo insolente. Femenino. Masculino. Espejo revelador. Espejo traicionero. Femenino masculino. Partes. Medias partes. Una parte. Mezcla de partes. Un todo. Espejo cierto. Mascufemelinonino.

Olor nauseabundo de cloacas que rebalsaban.

La ciudad no la reconoció. El a si mismo tampoco lo hizo. Por primera vez se vio de cuerpo entero. Por primera vez se permitió unir las dos partes en un espejo largo y perfecto. Se odió. Se amó. Se alarmó. Se conmovió. Se espantó. Se sintió atrapado en dos cuerpos ajenos. Se auto flageló.
La cama estaba rodeada de pétalos. Yacía sobre el colchón. Su cuerpo estaba recorrido por una tela de gasa gris humo que dividía su ella de él. Dibujó un adiós en el aire con perfume francés. No pudo ser. No fue ni él ni ella. No pudo ser. Buscó un beso húmedo que nunca existió. No pudo ser... Olor nauseabundo de cloacas que rebalsan. Muerto. Muerta.
Un espejo lo mató.

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