lunes, 5 de enero de 2009

Tu tela mágica - Graciela Santos

II

Dejó la pava con el agua para el mate. Se acomodó el delantal del uniforme y caminó, casi sin apoyar los pies, intentando no hacer ruido. A pesar de que en la casa no había nadie -Doña Ana había salido a tomar el té en "Las Violetas"-, no le gustaba levantar sospechas.
Fue hacia la ventana, esa que daba sobre el costado, la de la calle empedrada, de tono gris. Sin árboles, con veredas prolijas. Ambigua, misteriosa. Una cortada.
Corro apenas la cortina para que no me descubran y espío. Está todo listo, los acordes de "Fumando espero" lejanos, se diluyen en el aire. Mientras ellos se preparan, arreglos en los cabellos y en la ropa, yo también lo hago. Sonidos de las sillas que raspan contra el piso. Puntualmente comienza la clase de tango. Espacio libre.
Ahí estaban el uno y el otro. Ella de negro fourreau ajustado, ligas, medias de seda con costura, taco aguja y una gargantilla de terciopelo que partía su cuello en dos y él... Él con un traje rayado impecable, zapatos brillantes y un peinado dibujado con gomina. Muy varonil.
Tendida en el sillón, soñar y amar,
Ver a mi amado solícito y galante...
- Mantener el frente - se oye desde lejos. ¿Lejos de adentro o lejos de afuera?
Elegancia y fluidez. Juego de complicidad.
Desde la ventana, sigo con mis piernas las piernas de él. Me quito las alpargatas y con mi pie izquierdo desnudo me acaricio la pantorrilla. Estiro mi brazo al compás y giro la cabeza cuando él lo hace. Busco siempre encontrarme nuevamente de frente.
Sentía el perfume embriagador, insinuante de pensamientos vedados. Anhelados, desconocidos. Contemplaba esos brazos largos, especiales, esos que podían atraparla en un apretón. "No es un sentimiento, es un abrazo que se baila".
- Mano de acero, pero con guante blanco.
Estoy sentada en una mecedora desnuda, mi cabello suelto, mi boca marcada con un labial color rojo fuerte y en mis tobillos pulseras con dijes para que suenen a tu ritmo. Meciéndome y esperándote. Mientras lo hago, exploro mis pechos, colocándolos en mis manos. Mojo la palma de mi mano izquierda con mi saliva y la paso por los pezones firmes. Siento una inflamación entre las piernas, la abertura parece intentar abrirse sola, desesperada anhelándote. Cruzo las piernas una sobre la otra, lo hago varias veces hasta refregarme bien, siento calor sofocante. Vuelvo a abrir y cerrar las piernas. Toda yo pertenezco a ese lugar oculto, el cual me hace gritar y apretar y gritar y apretar. Tiro los brazos hacia atrás y me desespero hasta deshacerme en un suspiro. Te espero. Mojada.
- Si no marco ningún cambio, continuá haciendo lo mismo- oigo desde lejos.
Sentir sus labios besar con besos sabios
Y el devaneo sentir con más deseos...
Cuando abrió los ojos su uniforme estaba desabrochado, mostrando una enagua transparente. Se podían descubrir sus jóvenes formas femeninas, recorridas una y otra vez por sus suaves yemas. Sus ojos no veían pero estaban con él, quien la sostenía a ella, la ajustada de negro, con hombría; quien me sostiene a mí, la de enagua adherente, con suavidad y elegancia. Una con él desde acá y otra con él desde allá. Las dos con él. Las dos con el mismo. Las dos, una.
- Vos controlás ahora.
Celina, desde la ventana, sentía ardor, pasión, ángel. Mi ángel, mi dulce ángel. Quiero que vengas a rescatarme. La refilada sin ropa. El voleo sin escrúpulos. Quiero morir de deseo. Quiero vestirme de negro y desvestirme de placer. Quiero vestirme de placer y desvestirme de negro. Quiero engancharme en un nudo entre tus dedos y mis manos, entre tus muslos y los míos. Quiero dedicarte mi ser para que vos lo descubras, lo abras y lo penetres por primera vez.
Dame el humo de tu boca
Dame que así me vuelves loca,
Corre que quiero enloquecer de placer...
Ella gemía de goce, sin notar que la clase había concluido. La sorprendió el sonido del timbre.
Desde la ventana, observó la soledad pasmosa de la calle y el salón vacío.
Sintiendo ese calor del humo embriagador
Que acaba por prender
La llama ardiente del amor.
Suspiró, se reprochó por haberse dejado llevar por la pasión, el mal. El diablo. Se arregló el flequillo y abrió la puerta.
Su enagua transparente vio un traje a rayas que le decía: "Yo también te vi. Te escuché, vine a rescatarte. Ya sos mía".

Celina caminó por la calle, estaba sola. Compró el diario, pan para la cena y una canasta llena de frutas. Su paso era lento y en su cara se notaba una sonrisa ambigua.


Tu tela mágica, novela erótica, (sin editar)

5 comentarios:

Napi and Lisa Murphy dijo...

Amar en silencio,
sin ser visto, con sigilo;
a través del cristal.
Ansia de reconocerse en la otroridad y compartir soledades . . .
Eros, insensato, y su pírrica victoria
que al final Tánatos reconquista inevitablemente.
Pero mientras tanto amémonos a nosotros mismos, sino sería fruta estéril la vida
y nada tendríamos para compartir, llegado el caso.

Gracias, AlmaGrace, por tu inspirada pluma.
Casi a flor de piel se siente el éxtasis de Celina.

Abril Lech dijo...

Ah bue! ¡Cómo viene el veranito! :-) Besos acalorados (lo mío por el clima nomás...)

Grace dijo...

La verdad que el verano viene lleno de sorpresas.
Esta novela la escribí en la época del taller con Eduardo Gudiño, fuerte, erótica.
Un placer.

Grace dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

hola Grace la verdad me encanto esta historia. siempre con tanta pasion e imaginacion

mucho talento en tu interior...

Besos

Pol Elvis