El acto estaba demorado, el público quejoso, aguardaba la llegada de los funcionarios. La queja se iba a diluir con la sonrisa impostada, pose para la foto.
Ellos, en cambio, corrían contra reloj para llegar a todas las actividades programadas.
Sin mirar a nadie a los ojos. Sin percatarse que esos mismos ojos fueron que optaron por sus nombres en el cuarto oscuro. La esperanza dibujada en letras.
Ellos, por un lado, ocupados en su función; el pueblo esperando un gesto; ese gesto único de mirar a los ojos.
María sentada en el fondo, sólo observaba, su timidez no le permitía acercarse a la primera fila, menos empujar por una foto o una mano compartida. Su beba dormía entre sus brazos.
El locutor anunciaba la llegada del gobernador, el intendente y demás autoridades. La gente, automáticamente, aplaudía de pie. Ella no.
El entusiasmo, por sacar una foto con el celular o esperar el momento del saludo, hizo que el público se olvidara de la espera. De lo chico del salón y el calor que hacía porque no andaban los ventiladores. De lo tarde que era. De la hinchazón de los pies. Del disimulo. Ella no.
“La educación es nuestra prioridad”... “Sin inclusión social no hay seguridad”... “Le pedimos al gobernador que nos acompañe en esta etapa tan crucial”... “La provincia está en marcha”... “Estamos trabajando para ustedes”... Para ella no.
Aplausos, abanicos improvisados, cigarrillos apagados contra el piso, malestar, saludos con movimientos de cabeza, cambio de posición, fastidio compartido, alegría, flashes, grabadores, cámaras de televisión, cables, murmullos, sonidos de celulares, voces cómplices, gestos, cansancio, expectativa, desilusión.
Su beba dormía entre sus brazos.
El locutor volvió a agradecer la presencia de las autoridades y del público en general. Invitó a las autoridades a un “pequeño ágape” que había organizado la Sociedad de Fomento. Y felicitó a los chicos que habían bailado la chacarera. Los funcionarios, con paso rápido, sin mirar a los costados, emprendieron su retorno para cumplir con la próxima actividad. Las personas mayores arrastraban los pies, los chicos corrían, las mariposas no estaban, los músicos se secaban la transpiración, en el aire quedó impregnada la misma sensación de siempre: nada parecía cambiar. Lentamente, el pueblo se fue desconcentrando. Ella no.
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2 comentarios:
Variación de la eterna historia de víctimas y victimarios, de presas y depredadores. En este relato se muestra que la violencia no es imprescindible para que esa historia universal se ponga en marcha. Hasta con amabilidad se puede desatar la cacería. MS.
Surgió de un acto político que asistí.
Es pura ficción.
Aunque algo de verdadero siempre tiene, no?
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